martes, 24 de abril de 2018

#ApunteEconómicoUP: La compleja relación entre la industria y los servicios


El 17 de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) actualizaba sus Perspectivas de la Economía Mundial respecto al mes de enero. España recibía la mayor mejora en la previsión de crecimiento de las economías avanzadas, con cuatro décimas más hasta el 2,8% para el 2018, y una décima más para cerrar en el 2,2% en el 2019. Aunque también dejó varias tareas a considerar: reducir la dualidad del mercado laboral entre la ocupación temporal e indefinida, y reorientar las políticas activas para incrementar la empleabilidad. Todo ello, en un contexto próximo que refiere débil en cuanto al pulso reformista, con una evolución demográfica desfavorable y una escasa productividad.

  • La relevancia del sector servicios frente a la industria 

Al hilo de la productividad, el organismo publicaba el 9 de abril uno de los capítulos de estas Perspectivas, de especial interés para el sector servicios. Parte desde el sector de la industria, pues en las últimas décadas el escoramiento hacia la terciarización en las economías avanzadas es notorio y continuado, hasta superar, por ejemplo, en España, el 75% del PIB. Una transición, sostiene, que no ha de conllevar un menor crecimiento o incrementar la desigualdad de ingresos como temen algunos diseñadores de políticas, dado que algunos ámbitos de servicios presentan altos niveles de productividad al igual que muchas de las manufacturas. 

Se deduce así, que pretende visibilizar que el sector servicios no tiene, por su morfología y actividad, tasas de productividad siempre inferiores a la industria según la creencia general. Por ende, aquellas economías emergentes cuya fase industrial apenas ha acontecido, y dónde los servicios toman ya un mayor protagonismo, no deben experimentar un balance negativo en términos de desigualdad, puesto que el FMI expone que ha sucedido en todos los sectores.

  • Potenciar el sector servicios 

Tanto es así, que la institución pone el foco en cómo potenciar la contribución del sector terciario al crecimiento económico y la convergencia en rentas laborales. Su valoración, que también cita a los servicios profesionales, concluye todavía la persistencia de barreras de entrada que son además particularmente elevadas en las economías en desarrollo. Por ello, recomienda una desregulación de los servicios que facilitaría la entrada de nuevas empresas y promovería más competencia a su juicio.

  • La contribución de los servicios al conjunto

El propio FMI describe que el sector servicios incorpora valor a los productos manufacturados de dos modos. De un lado, como bienes intermedios requeridos en la fabricación, cuyo ejemplo serían el diseño, la investigación, etc. Y, de otro lado, como actividades auxiliares vinculadas a los productos terminados cuando se venden. Esto es, financiación, logística o servicios de mantenimiento, etc. Fenómeno este último más conocido como la servitización que favorece también una difuminación cada vez mayor entre los sectores económicos tradicionales, cuando menos, en la esfera estadística. En el caso de los servicios profesionales, intervienen de ambas formas pues los jurídicos o técnicos, como ejemplo, son demandados por otros sectores para su producción y pueden ser conectados a un producto terminado a modo de garantía. En sendas maneras aportan más valor añadido.

  • Servicios profesionales, economía y productividad

En definitiva, la recomendación global del FMI es clara en cuanto a desregular los servicios para incrementar su crecimiento y productividad, y que ello canalice al resto de la economía. Sin embargo, parece no haber contemplado de nuevo la característica naturaleza del subsector de prestaciones profesionales. Su productividad tiene un recorrido concreto y es diferente al que identifica a otros subsectores de servicios. 

Cierto es que la tecnología y los mejores métodos organizativos abaratan y perfeccionan la prestación de servicios profesionales. Pero su crecimiento ha de ponderarse con el control deontológico, la independencia de criterio y la responsabilidad que rigen el acto profesional, el cual debe calibrar cuál es el punto óptimo en el volumen de servicios prestados en un determinado tiempo y qué medios y recursos emplear para brindar la necesaria calidad. Los servicios profesionales juegan un papel clave como catalizador de los aumentos de productividad y de competitividad de la economía. 

En consecuencia, la permeabilización de su calidad al resto de sectores productivos y de transmisión de confianza a la sociedad implica un mayor compromiso y precisión cuando se analiza su funcionamiento.

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