lunes, 26 de noviembre de 2012

Servicios Profesionales: ¿Mercado de Limones?


Al leer el título de esta entrada probablemente os genere extrañeza o asombro, es comprensible, pero a la vez tiene un gran interés y, por eso, quiero trasladar este tema. El mercado de limones hace referencia a la teoría económica que enunció el Nobel de Economía de 2001, George Akerlof, en 1970 titulada ‘The Market for Lemons: Quality Uncertainty and the Market Mechanism’. Este economista realizó una gran aportación para el entendimiento de los problemas de información asimétrica que aquejan a los mercados. Una casuística que afecta tanto a los oferentes, como a los demandantes de bienes y servicios.

Akerlof, para su teoría, utilizó el mercado de coches usados en EEUU. Así, pensamos en aquellos concesionarios pintorescos donde los vehículos eran expuestos ante la sonrisa del vendedor. Los automóviles en mal estado eran llamados ‘limones’; por tanto, eran el objetivo a evitar por los consumidores, pero… ¿cómo estar seguro de no estar adquiriendo un ‘limón’?. Cuando un potencial comprador se dirigía a un concesionario siempre tenía la sospecha sobre las verdaderas condiciones del vehículo que le interesara o intentara venderle el comercial. Es decir, existía una clara asimetría de información entre el vendedor y el posible comprador que no permitía a este último comprobar realmente el estado real de los coches. Asimetría, que recibía, en este caso, el nombre de "selección adversa"

Según Akerlof, si un consumidor, como ejemplo, supiera que tiene ante sí un utilitario en condiciones óptimas, estaría dispuesto a pagar una cuantía mayor por él. Sin embargo, si el coche que le expusieran no reuniera las suficientes garantías y no fuera fiable, pagaría una cantidad menor. Estas preferencias, daban lugar a un comportamiento medio de los consumidores. Así, suponiendo el mismo número de automóviles en buen y mal estado, el potencial comprador sólo estaba dispuesto a pagar un importe o precio en media. Esta situación, tendía a ser perjudicial. Los vendedores que intentaban vender vehículos en buen estado eran desplazados progresivamente por los otros vendedores que ofrecían los denominados ‘limones’. Por tanto, se producía una selección adversa de los consumidores en sus adquisiciones al no tener la suficiente información y seguridad.

De esta forma, el destino de los vendedores que ofrecían vehículos en mejores condiciones, era ser relegados en el mercado, u obligados a reorientarse en él, ofreciendo también un nivel cualitativo menor en su oferta de automóviles. Estaríamos así, ante un mercado que tendencialmente acabaría predominado por ‘limones’. Por suerte, esta situación no llegó a profundizarse, ya que comenzaron a implantarse instituciones que verificaron el estado de los vehículos y se efectuaron controles de garantía.

La analogía que se puede establecer con los servicios profesionales parece clara. Si sustituimos los vendedores de coches por los profesionales; los compradores por los clientes y pacientes; y los vehículos por los servicios profesionales llegamos a las mismas conclusiones. En un mercado de servicios profesionales en donde no hubiera organismos que ejercieran un control deontológico independiente de la prestación de servicios a los ciudadanos, la dinámica sería la misma descrita con anterioridad. Es decir, los consumidores, no estarían dispuestos a adquirir servicios profesionales a determinados precios, y sólo pagarían un precio medio ante la incertidumbre de no saber si están acudiendo a un profesional adecuado y que otorgue a su servicio unos estándares de calidad necesarios.

En este sentido, la imposibilidad de comprobar por los clientes y pacientes el verdadero nivel de calidad que obtienen, acabaría por beneficiar a aquellos profesionales que ofrecieran un grado de calidad menor. Y es que, estos utilizarían una política de captación mediante publicidad más efectiva que superaría a la casi inexistente información provista por los colegios profesionales que no ejercerían los controles suficientes o serían muy exiguos; no hay que olvidar que la preocupación esencial del profesional sería permanecer en el mercado.

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